EL INFORME OPPENHEIMER |
Contrariamente a lo que
sugirieron muchos titulares, y a la exagerada afirmación del presidente
venezolano Hugo Chávez de que fue el acontecimiento más importante en
Latinoamérica en mas de 100 años, la nueva Comunidad de Estados
Latinoamericanos y Caribenos (CELAC) creada en la cumbre del 3 de diciembre en
Venezuela difícilmente ocupará un lugar destacado en los libros de historia.
La CELAC fue
oficialmente lanzada en una cumbre en Caracas, Venezuela, a la que asistieron
la mayoria de los jefes de estado de la region. Al igual que varias de las
docenas de instituciones regionales creadas anteriormente, la nueva Comunidad
se propone avanzar en la integración política y económica, y adoptar posturas
conjuntas sin la presencia de Estados Unidos y Europa.
“Ha nacido un gigante”,
proclamó Chávez respecto de la nueva entidad, agregando que la CELAC acabará
reemplazando a la Organización de Estados Americanos (OEA), con sede en
Washington, como la principal institución regional.
El presidente de
Ecuador Rafael Correa, un discípulo de Chávez cuyos ataques contra la libertad
de prensa han sido criticados por la Comisión de Derechos Humanos de la OEA, ha
propuesto que la CELAC comience por crear una nueva comisión de derechos
humanos.
Pero a juzgar por lo
que me dijeron altos funcionarios latinoamericanos y estadounidenses, la CELAC
difícilmente se convierta en una institución “anti-imperialista", como
quieren Chavez y sus discipulos, ni —lamentablemente— tampoco en un instrumento
eficaz para lograr la integración regional.
En primer lugar, a
diferencia de la OEA y de otras instituciones regionales, y a pesar de las
exigencias de Chávez, la CELAC no tendrá su propio edificio, ni su propio
personal, ni una estructura permanente.
En lugar de eso, será
una cumbre anual —que se realizará en Chile en el 2012, en Cuba en el 2013 y
probablemente en Costa Rica en el 2014— cuya presidencia rotativa será ocupada
durante un año por el país anfitrión de la cumbre siguiente. Durante los
próximos 12 meses, la CELAC será presidida por el presidente chileno Sebastian
Piñera.
En una entrevista
telefónica desde la cumbre de Caracas, el canciller chileno Alfredo Moreno me
dijo que la CELAC será “solamente un foro, no una organización”. Agregó que no
tendrá una burocracia, “ni siquiera una secretaría general, como UNASUR, ni
nada de eso".
En segundo lugar, salvo
cambios imprevistos en el futuro, las decisiones de la CELAC tendrán que ser
aprobadas por consenso. Eso imposibilitará que Chávez imponga una agenda
“anti-estadounidense", ya que Chile, Colombia, y México, entro otros, no
lo permitirán.
Además, según me dijo
el canciller Moreno, que tendrá a su cargo implementar los acuerdos de la CELAC
en los próximos doce meses, “aun si una cosa se decide por consenso, los países
que participaran en eso en la medida en que quieran. Será una decisión
individual de cada país”.
En tercer lugar, a
diferencia de lo que ocurría hace unos años, cuando Chávez repartía
petrodólares en toda la región, hoy día hay poco entusiasmo en Latinoamérica
por adoptar una agenda anti-estadounidense.
Dan Restrepo, el
principal asesor del presidente Obama para asuntos latinoamerianos, dijo en una
reunion con periodistas del Miami Herald que dada la mejor imagen de Estados
Unidos en la región, una agenda negativa de la CELAC “no parece algo viable”.
Agrego que, segun una encuesta regional de Latinobarometro, la imagen de
Estados Unidos mejoró sustancialmente en los tres últimos años, y en la mayoría
de los países de la región está en un nivel de aprobación del 69 por ciento.
Mi opinión: la CELAC
sería una idea estupenda si los países miembros - en lugar de hacer grandiosas
declaraciones políticas sobre la unidad regional, que son pura poesía y una
excusa para hacer turismo político - decidieran hacer acuerdos concretos para reducir
sus respectivas barreras comerciales.
America latina necesita
urgentemente una mayor integración económica: según cifras recientes de las
Naciones Unidas, el comercio intra-regional de partes de manufacturas en
Latinoamérica es de solo el 8 por ciento del comercio de los mismos productos
con el resto del mundo. En comparación, el comercio intrarregional de esos
productos en la Unión Europea llega al 15 por ciento, y dentro de los países
asiáticos representa el 28 por ciento.
Si la CELAC quisiera
convertirse en un “gigante”, debería hacer lo que hicieron los países europeos
después de la Segunda Guerra Mundial: empezaron con un acuerdo preferencial
para exportar carbón y acero, y lo ampliaron gradualmente con los años
incorporando cada vez más productos, hasta terminar creando una unión económica
y política.
Pero —como tantas veces
en el pasado— los líderes latinoamericanos que se reunieron en Caracas hicieron
la integración al revés: empezaron por la fiesta, y dejaron los acuerdos
concretos para reducir las barreras comerciales para más tarde.
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