COMENTARIO DEL EDITOR
El JNE tampoco debe permitir (y cada vez que se descuida lo va a pasar mal) que la viveza criolla metida en la política intente colgarlo en la pared, mientras ella persiga justificar sus fines, no importa con qué medios.
elcomercio.pe Miércoles 24 de Marzo del 2010
Por: Juan Paredes Castro
En momentos en que el Jurado Nacional de Elecciones trata de evitar que la propaganda electoral afee la ciudad de Lima, no faltan quienes buscan, metafóricamente, pintar a esta institución en la pared.En efecto, un grupo de presidentes regionales, interesados en la reelección, estarían en conversaciones con el Gobierno para acelerar la modificación de algunos artículos de la ley electoral que cerraría el camino a sus candidaturas o que en algunos casos las dificultaría, con las consecuencias que, por supuesto, se niegan a asumir.
No habría nada de malo en un entendimiento de este tipo si es que de por medio se tomara en cuenta al Jurado Nacional de Elecciones como instancia jurisdiccional llamada a por lo menos opinar. Solo el JNE podría tener un juicio previo autorizado acerca de cuán conveniente resultaría, en términos de transparencia pública, la modificación de plazos para la presentación de candidaturas, o lo que es peor: la adecuación de los mismos a los intereses de quienes quieren reelegirse.
El JNE tampoco debe permitir (y cada vez que se descuida lo va a pasar mal) que la viveza criolla metida en la política intente colgarlo en la pared, mientras ella persiga justificar sus fines, no importa con qué medios.
Está claro que el Gobierno tiene iniciativa de ley y puede proponer cambios en la norma electoral madre. Recuérdese que el JNE también goza de esa prerrogativa y puede hacer sentir su peso jurisdiccional. Y ni hablar del Congreso, que ni corto ni perezoso debiera desde ahora tomar al toro por las astas en materia de legislación electoral.
Se diría que todos los caminos conducen a Roma, para ilustrar la idea de que no hay nada que se oponga a que el Gobierno y el Congreso le faciliten los plazos ad hoc que los presidentes regionales vienen gestionando.
Lo que deseamos advertir, aquí, es que el JNE viene siendo puesto a un costado. En otras palabras: que sus opiniones y recomendaciones no están siendo escuchadas.
Y lo que sería más importante: que ambas terminen siendo de alguna manera vinculantes en el cuerpo y en el espíritu de la propuesta legislativa.
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