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domingo, 22 de enero de 2012

Otro fracaso de las izquierdas

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El ex asesor de la Presidencia del Consejo de Ministros Sinesio López, un prestigiado intelectual, ha propuesto fundar una “nueva izquierda” con el presidente regional de Cajamarca Gregorio Santos, de Patria Roja, y otros. (“Sinesio López colabora con Gregorio Santos para formar ‘La Nueva Izquierda’”, Radio San Borja, 19.1.12).
Fernando Rospigliosi
En verdad son izquierdas marxistas muy antiguas. Fueron nuevas en los años 60, cuando se constituyeron varios grupos al influjo de la Revolución Cubana, de la ruptura chino-soviética y de la presencia en el Perú de distintas facciones de la IV Internacional trotskista.
Es decir, se trata de izquierdas de medio siglo de antigüedad que, a diferencia de sus similares del continente, no se han renovado y siguen estancadas en muchas de sus obsoletas ideas originales.
La historia se repitió
En 1985 las izquierdas llegaron a su apogeo, agrupadas en Izquierda Unida. Su candidato Alfonso Barrantes alcanzó el segundo lugar en las elecciones presidenciales y obtuvieron una nutrida representación parlamentaria. Antes, en 1983, habían ganado el municipio de Lima y numerosos gobiernos locales en provincias.
En 1990 ya estaban desintegradas, enzarzadas en feroces disputas caudillistas disfrazadas de discrepancias ideológicas. Entonces se echaron en brazos del izquierdista Alberto Fujimori, para cerrarle el paso al feroz ogro derechista Mario Vargas Llosa.
Fujimori los retribuyó con algunos ministerios y otros puestos, al tiempo que daba un brusco viraje a la derecha. Y después de un año, los despidió sin miramientos y estableció una dictadura violentamente criticada por sus antiguos apologistas y seguidores.
Algo similar les acaba de suceder con Ollanta Humala, al que apoyaron con fervor (los mismos que habían alabado y lisonjeado a Fujimori en 1990). Al comienzo les dio algunos cargos, pero rápidamente los ha expulsado de su gobierno, después de girar hacia la derecha, como Fujimori.
Los principios de Marx
Esta vez las cosas son bastante peor para las izquierdas, porque varios de sus líderes emblemáticos –no todos– han quedado expuestos públicamente como lo que son, oportunistas, cuyos principios son como los de Groucho Marx: tengo estos, pero si no le gustan los cambio por otros.
El 2006, los izquierdistas denunciaron a Humala como violador de los DDHH, corrupto sobornador de testigos y agente montesinista (“caballo de Troya de Montesinos”, le decían).
En el 2011 afirmaban que ese mismo Humala era inocente de los asesinatos, desapariciones y torturas de Madre Mía, que nada se había probado y que nunca fue un montesinista, todo eso a cambio de lugares en su lista parlamentaria y, luego, ministerios y puestos en el gobierno.
A pesar que Humala dio un giro de 180 grados cuando asumió el gobierno, ellos permanecieron en sus puestos con diversas justificaciones. Hasta que los echaron bruscamente.
Unos pocos, poquísimos en verdad, tuvieron la suficiente dignidad para renunciar. Otros se han aferrado a sus cargos hasta el último minuto.
Algunos incluso han aceptado puestos en el exterior, que es la manera que tiene Humala para mantenerlos callados y agradecidos, a ellos y a sus aliados cercanos. Así, sirven a un gobierno derechista en el que no creen y disfrutan de los goces de puestos bien rentados e inocuos políticamente.
El peor golpe que han sufrido es que ha quedado en evidencia su doble moral. Algunos repudiaban sus obsoletas ideas socialistas, pero creían que eran incorruptibles luchadores por la honestidad y los DDHH.
En pocos meses se han desenmascarado. Amparan y encubren la corrupción cuando les conviene, para mantener sus puestos en el Estado o para evitar ser sancionados cuando se descubre que también tienen rabo de paja, en uno de los inconfundibles intercambios al que nos tienen acostumbrados los otorongos.
Resulta claro ahora que solo critican la corrupción y las violaciones a los DDHH cuando los culpables son sus adversarios políticos. Pero cuando son sus patronos o benefactores, los defienden sin escrúpulos. Aquí y en el extranjero.
Así, respaldan sin sonrojarse a la dictadura totalitaria de los hermanos Castro en Cuba y a los ultracorruptos gobiernos de Daniel Ortega y Hugo Chávez en Nicaragua y Venezuela.
Naufragio anunciado
El intento de Sinesio López, Santos y otros izquierdistas probablemente correrá la misma suerte que las muchas gestiones similares que han hecho en el último cuarto de siglo, que fracasaron, en primer lugar, porque carecen de un líder propio que les dé votos y les permita tentar el gobierno con alguna posibilidad de éxito.
Y en segundo lugar, porque los numerosos caudillos disputarán ferozmente la preeminencia de una izquierda electoralmente minúscula.

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