La opinión del director
Fritz Du Bois,
Watergate, los pagos de
Lookheed aTanaka y al príncipe Bernardo, el video Kouri-Montesinos, fueron
algunos sonados escándalos que marcaron época, ya que desnudaron el grado de
decadencia al que los gobernantes habían llegado y generaron en la población un
fuerte rechazo, terminando en una corriente de cambio.
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Sin embargo, con el
caso Chehade ocurre lo contrario, los peruanos estamos desarrollando una piel
tan curtida ante tanto escándalo, que hemos perdido la capacidad de
indignarnos. Lo peor es que esa familiaridad con políticos continuamente
pecando, es algo que no parece, siquiera, molestarnos.
Más aún, un
vicepresidente involucrado en actos de corrupción, en cualquier otra parte
hubiera remecido a la clase política y los hubiera llevado a una profunda
reflexión sobre cómo enmendar un sistema que se está desbarrancando. Pero aquí,
como si nada hubiera pasado, para la Comisión Permanente del Congreso fue otro
día normal de trabajo con sus usuales negociados.
Así, tenemos que le
ofrecen un ministerio a uno, un holding estatal a otro, el archivamiento de
acusaciones para todos. Con lo cual logran tener el voto arreglado y asunto
solucionado. Incluso, el que haya sido un exprimer ministro –que siempre se
vendió como si fuera una versión de la Madre Teresa de la política peruana– el
que le diera el tiro de gracia a la decencia, salvando con su voto al
cuestionado parlamentario, demuestra que ya ni siquiera vale la pena aparentar
honestidad porque esta no tiene mayor mercado con el electorado.
Por otro lado, lo
realmente preocupante es que nos estemos volviendo tan cínicos, nos estamos
convirtiendo en un pueblo de desvergonzados. No nos conmueven los crímenes que
se reportan a diario, y si mañana nos subieran fuertemente los impuestos para
financiar algún escandaloso elefante blanco, muy pocos saldrían a protestar. La
inmensa mayoría, simplemente vería la forma de evadirlos y no pagarlos.
En eso nos estamos
pareciendo cada vez más al Congreso. Si bien los pueblos tienden a reflejarse
en sus políticos, debe de ser aterrador mirarse al espejo y ver a los
parlamentarios. Al final, la lección de este fiasco es que se nos acabó el
margen para seguir eligiendo improvisados. Una economía dinámica requiere de
una sociedad moderna para seguir avanzando. Eso solo se puede lograr con
políticos honestos y capacitados. No podemos resignarnos a tener otro Congreso
como este dentro de cuatro años, en ese caso nos vamos al tacho.
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