LIMA - No me refiero a
la "China" Tudela, sino al país. En los últimos veinticinco años la
economía de China ha sido la más pujante del mundo, ascendiendo del anonimato
al segundo lugar en términos del producto bruto interno (PBI). La demanda
interna de China para abastecer su masivo programa de inversión en
infraestructura, vivienda e industria ha cambiado el mercado de materias
primas, sobre todo el de alimentos básicos (soya, trigo, maíz y harina de
pescado) y de metales. Los precios de ellos se han entre triplicado a
quintuplicado en los últimos seis a siete años, dándole un auge a las
exportaciones de economías tan diversas como Argentina, Brasil, Chile y el
Perú, y también las de varios países africanos.
La tendencia natural
humana es creer que la situación de hoy es permanente. Pero en una visita a
Lima en los últimos días el profesor Michael Pettis de la Universidad de Peking
(Beijing) nos planteó una interrogante. Él piensa que se viene un gran cambio
en la economía china en los próximos años, el cual hará que su vertiginosa tasa
de crecimiento se reduzca sustancialmente. Pettis argumenta que el crecimiento ha
sido el resultado directo del masivo esfuerzo de inversión, sobre todo en
infraestructura. Este ha sido financiado por los ahorros de las familias y de
los hogares, depositados en los bancos, controlados por el Estado, a tasas
bajas también controladas por el Estado, y luego prestadas a tasas bajas y
subsidiadas a los gobiernos locales y grandes industrias, muchas de ellas
también de propiedad estatal.
Pettis piensa que este
modelo se está agotando por varias razones: se está creando sobrecapacidad en
infraestructura (torres de departamentos desocupados, pistas con pocos
vehículos y trenes medio vacíos, aeropuertos sin aviones), la deuda de los
municipios y de las empresas estatales está creciendo mucho, y -lo más
importante- el consumo de los hogares está siendo reprimido. El consumo
representa solamente 34% de la economía (contra 70% en el Perú, que tiene un
ingreso por habitante mayor que el promedio de China), y eso hace que la gente
se sienta pobre. El pueblo no come "PBI" sino vivienda barata, comida
buena, esparcimiento, ropa, etc. Es un poco lo que pasó aquí en el Perú en los
últimos diez años: los presidentes y líderes políticos hablaban de
"crecimiento", pero su popularidad seguía baja. Cuanto más se habla
de crecimiento económico, más crecen las expectativas del público. Si éstas no
se satisfacen más directamente, el apoyo para el modelo económico se debilita e
incluso puede evaporarse.
En realidad nadie sabe
si el cambio en China va a ser grande, y cómo y cuándo va a ocurrir. Pero no
hay duda de que algún cambio habrá. Para empezar, la población de China se está
envejeciendo y hay menos jóvenes. A raíz de la errada política de "un hijo
por familia", muchas futuras madres de familia han abortado cuando la
resonancia les mostraba que se venía una hija. Esto ha creado un peligroso
desequilibrio entre hombres y mujeres en la juventud; como lo muestra el último
censo del año 2011, hay 10% más hombres entre 18 y 25 años de edad.
El gobierno de China ha
demostrado ser adaptable y flexible y no debemos ser pesimistas. Pero el Perú
debe prepararse para una economía mundial poco boyante en los próximos dos o
tres años: una Europa traumada, Estados Unidos recuperándose pero lentamente, y
un punto de interrogación aún no resuelto sobre China. Es un buen momento para
enfocarnos en lo que nos salvará: educación, tecnología e infraestructura.
Veamos cuáles países han tenido éxito económico sin tener importantes recursos
naturales: allí están Corea del Sur, Japón, Suiza, Taiwán. Pero hay otros, como
Australia o Canadá, que han combinado el éxito económico con abundantes
recursos naturales. Lo que tienen todos estos países en común es un alto nivel
educativo y preparación tecnológica. Y no olvidemos que China está invirtiendo
mucho en educación y tecnología, lo que augura bien para su futuro.
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