¡Sálvese quien pueda!
elcomercio.pe Miércoles 10 de Febrero del 2010
Por: Ernesto Velit Granda Analista político
La política peruana —diríamos mejor los políticos peruanos— no pierde ocasión cuando de mostrar sus miserias se trata. Pareciera que los plazos señalados por la ONPE fueron una suerte de llamada al ¡sálvese quien pueda! y cada uno buscó, desesperadamente, su lugar más apropiado, a sus conveniencias e intereses se entiende.
Sin duda, una de las taras que acompaña a casi todos nuestros políticos es la incapacidad para conocer sus propias dimensiones y una suerte de perverso convencimiento de creerse aptos para cargos para los que no nacieron.
Pocas veces —como ahora— los partidos políticos, los del partidor electoral, han mostrado tan tempranamente sus flaquezas, sus ansias de poder y, sobre todo, su búsqueda de soluciones tardías a la mediocridad de su propia organización. No se sabe en quién confiar, el mercado de lealtades está al alza y las amistades de última hora despiertan desconfianza y provocan dudas. Nos imaginamos lo que deben pasar los dirigentes al ver la crisis interna de su partido, las luchas por ganar poder y el poco interés por reorganizar las filas y conquistar la legitimidad esquiva.
A partir del 2006 está situación se ha ido agravando. El desbande parlamentario, el cambio de grupo, la compra venta de voluntades y el negocio de los beneficios traducidos en viajes y estipendios, terminaron siendo moneda corriente. Tenemos la impresión de que el rechazo general al Congreso poco les importa a sus miembros. Ya lograron sus objetivos y la mayoría sabe la imposibilidad de volver.
Para los nuevos desafíos vemos como las lealtades se reafirman a las personas antes que a las ideologías y programas. Y lo que es peor por parte de quienes bien podrían ser una suerte de élite política. Lealtad con el que manda, con el que escoge y define las listas, lo demás cae por su propio peso. Y lo inexplicable, repito, los nombres de los hipotecados.
La agenda política del momento la ocupan las renuncias partidarias para poder acercarse al que dé más seguridad. Las críticas y los epítetos llueven entre los que hasta ayer compartieron las mismas siglas, algo así como cuestionar públicamente la honestidad de quien se amó toda la vida. La subasta de voluntades, sin reparos ni vergüenzas, es hasta hoy el escenario para el 2011. En este menú nos toca escoger el plato.
Todo esto traduce un desgaste en la forma de hacer política que se incrementa con los comportamientos de la clase dirigente. No se cuestiona el orden injusto, se deja que el gobierno utilice la lucha contra la corrupción como arma de demagogia, a tiempo que se postergan las soluciones de los grupos indígenas marginales y las transnacionales avanzan capturando los proyectos más importantes del plan nacional.
Así, el sentido de ciudadanía se va extraviando progresivamente, la competencia electoral tiene sentido de guerra y el mercado avanza en la calle y en las conciencias.
El poder ya renunció a lo ético y a lo moral y los acuerdos sobre el destino del país se toman entre sombras y a espaldas del ciudadano. Pareciera que hemos caído en las redes del conformismo y estuviéramos dejando las ovejas a merced de los lobos.
No hay duda de que el 2011 volveremos a dejar pasar la posibilidad de adecentar la política y democratizar el país.
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