Atisbando un futuro dinámico

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Todo apunta a un futuro dinámico, pero no nos engañemos. El crecimiento económico no es benigno. No es, como pintan las teorías económicas, una simple y tranquila acumulación, como quien levanta un rascacielos, piso tras piso. Más bien, dijo Schumpeter, el más realista de los economistas, el crecimiento es un proceso de creación destructiva, donde lo nuevo reemplaza a lo viejo.

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A diferencia de los políticos sordos, que no escuchan el reclamo de Manuel González Prada, los viejos a la tumba, el mercado sí renueva. El supermercado desplaza a la bodega de esquina, la cadena farmacéutica a la botica de barrio y la fábrica moderna al artesano. El motor del crecimiento es la innovación tecnológica y su otra cara es la obsolescencia. Cada año, se le prenden los foquitos a cientos de miles de nuevos empresarios, quienes se lanzan sacrificando ahorros, reputación y horas familiares.