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sábado, 10 de abril de 2010

¿Si todo va bien, por qué todo va mal?

COMENTARIO DEL EDITOR
La policía dice haber cumplido con la ley. Lo mismo el Ministerio Público. El Poder Judicial no se queda atrás. Tampoco el Congreso, que finalmente nunca supo qué quería investigar, pero ocupó el tiempo de muchos parlamentarios y el presupuesto ad hoc de muchos meses, para ofrecer, a la postre, solo una marca de coyuntura: ¡“la Comisión Luizar”! ¡Tan recordada como ineficiente!
 elcomercio.pe Sábado 10 de Abril del 2010 
Por: Juan Paredes Castro
Todas las instancias involucradas en la investigación del “chuponeo” telefónico declaran haber hecho bien su trabajo. 
Podría decirse que lo juzgan impecable. Es decir: lo habrían hecho tan bien que ninguna de ellas admite haber cometido error o descuido alguno. 
Por lo que la prensa más crítica e investigativa, que reclama saber quiénes gestaron ese “chuponeo” telefónico y con qué fines, se queda, una vez más, colgada de su pregunta más corrosiva: ¿si todo va bien, por qué todo va mal? 
La policía dice haber cumplido con la ley. Lo mismo el Ministerio Público. El Poder Judicial no se queda atrás. Tampoco el Congreso, que finalmente nunca supo qué quería investigar, pero ocupó el tiempo de muchos parlamentarios y el presupuesto ad hoc de muchos meses, para ofrecer, a la postre, solo una marca de coyuntura: ¡“la Comisión Luizar”! ¡Tan recordada como ineficiente! 
¿Qué podemos esperar los peruanos respecto de la protección de nuestros derechos, como el del secreto de las comunicaciones, si una captura tan sonada y sofisticada como la que puso en la cárcel a la mafia de Business Track (BTR), no puede culminar por lo menos con dos de sus principales controles de daño, a saber: el fiscal y el judicial? 
Parecería que la violación del secreto de las comunicaciones fuese visto en el país como parte de su estructura, lo que explicaría el escaso interés fiscal y judicial por abordar su esclarecimiento serio y responsable y atenuar la carga de impunidad que lamentablemente lo rodea hasta hoy. 
Yendo más allá, salta la impresión que a nadie le importa que las mafias de interceptación telefónica conviertan el mundo privado e íntimo de los peruanos en una tierra de nadie. Peor aun, en un mercado de compra y venta de información extraída mediante métodos criminales, sin que a una sola autoridad se le mueva un cabello. 
En medio de este frustrante proceso una mala noticia se instala como una nube negra en el horizonte: la casi inminente liberación de algunos integrantes de BTR, cuyo régimen de carcelería sería cambiado por comparecencia restringida, mientras seguimos esperando los resultados de una investigación en caída libre.

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