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martes, 13 de abril de 2010

El retorno de lo andino

RINCÓN DEL AUTOR
Mirando y disfrutando la animada tarde no fue difícil caer en la cuenta de que, cada vez más, lo andino se impone. Lentamente pero de manera sostenida.
elcomercio.pe Martes 13 de Abril del 2010
Por: Mariella Balbi
Las bodas son siempre un espacio donde plasmar las ilusiones y fantasías que la pareja en cuestión comparte respecto al amor, la diversión y la felicidad. Pobres, ricos o medianamente acomodados, siempre los novios vigilan celosamente cada detalle del esperado momento. En “La teta asustada” vimos varios matrimonios, alegres y entusiastas de personas migrantes, donde primaba —comprensiblemente— el estilo andino urbano. Y pese a ello, nos muestra una tendencia de —digámoslo así— la moda actual. Mi amiga Micaela, limeña, vital y curiosa celebró su boda al mejor estilo andino. En el medio de la pista de baile se imponía un árbol a lo yunsa de donde colgaban objetos de todo tipo que nos transportaban a un agradable ambiente serrano. Como ella es vanguardista, él también, su vestido de novia fue diseñado a la usanza de las elegantes polleras de las “mamachas”. La talentosa Meche Correa puso su arte.

Mirando y disfrutando la animada tarde no fue difícil caer en la cuenta de que, cada vez más, lo andino se impone. Lentamente pero de manera sostenida. La música es otro ámbito de expresión de esta tendencia. En lugar del “Danubio azul”, un animado y colorido huaylarsh hizo zapatear a los invitados legos y virtuosos (los menos, ciertamente). Notamos otro traje fantástico, una pollera ayacuchana, traída directamente de Huamanga, a la que se le confeccionó una blusa ad hoc, muy de pasarela. Quien lo llevaba y lo creó es una ex ministra de la Mujer, que ha incursionado en este campo con éxito. Entonces, en medio de un ambiente como el descrito uno va hilvanando que esta cultura también ha recobrado presencia en la gastronomía, en la decoración, el uso de nombres en quechua y en otros ámbitos que nos dan la esperanza de que algún día no muy lejano estemos integrados de verdad. Que algo serrano provoque simpatía y no rechazo.

Ese, tal vez, sea el gran reto de nuestra sociedad. La moda, lo estético puede usarse y disfrutarse, pero no garantiza que el sentimiento de exclusión hacia quienes vienen del Ande desaparezca, o por lo menos amaine. Claro está que conforme se extienda más el estilo andino, la aceptación del ser humano que está detrás de esa manifestación cultural será mayor y seremos un país mejor. El talento, la curiosidad y el ingenio de quienes han crecido en el Ande son sorprendentes, pero deben tener igualdad de oportunidades. Afortunadamente, las generaciones más jóvenes evitan la segregación, lo cual es promisorio. En medio de este auge, no se entiende por qué el Estado es reticente y difiere la creación de una escuela nacional de artesanía. La verdad es algo inentendible.

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