ANÁLISIS POLÍTICO
El otro hilo delgado lo acaba de sacar a luz la Contraloría de la República , poniendo en jaque a la burocracia estatal. Se aprobaría una ley que haría efectivo el traslado a la contraloría de los auditores y funcionarios que hoy reportan a sus organismos de dependencia, en una figura cada vez más parecida, caricaturescamente, a la del gato de despensero.
elcomercio.pe 16 de Mayo del 2010
Por: Juan Paredes Castro
No se necesitan más estudios y sondeos de opinión para saber que el diablo de la corrupción está metido con rabo y cuernos en el país.
Lamentablemente carecemos de un Estado que por su estructura y controles pueda garantizar, por sí mismo, una solución a corto, mediano o largo plazos.
Tampoco existe un sistema anticorrupción que se parezca en algo al que gestó el gobierno de transición de Valentín Paniagua y que ha venido desmoronándose en uno de sus flancos más importantes: el de las procuradurías, que ejercen la defensa del Estado frente a la criminalidad pública y privada.
A falta, pues, de un rodillo anticorrupción, capaz de pasar sobre la cultura nacional permisiva y sobre las cabezas y artimañas de personas e instituciones involucradas, buenos son algunos hilos, todavía delgados, que anidan la esperanza de una causa aún no perdida.
De en medio de un Congreso desgastado y desacreditado ha emergido, como un lunar distintivo, una comisión de perfil bajo pero muy eficiente que ha dado mejores frutos que el propio Plan Nacional de Lucha contra la Corrupción y que los rimbombantes mecanismos de control y fiscalización parlamentarios, de muy deprimente actuación.
Esta comisión de seguimiento, presidida por la congresista Rosa Florián, ha promovido la aprobación de la Ley de Protección al Denunciante, destinada a que los funcionarios públicos que revelen casos de corrupción demostrables no sufran represalias ni despidos y, más bien, sean retribuidos.
De este modo ya no será solo la prensa la que ponga la lupa en las costras de la corrupción estatal sino también empleados y funcionarios, con identidades protegidas, y dispuestos a llevar a parlamentarios, fiscales y jueces a las fuentes mismas de la criminalidad en el aparato público, en la seguridad de que estos ofrezcan, a cambio, conductas probas.
El otro hilo delgado lo acaba de sacar a luz la Contraloría de la República , poniendo en jaque a la burocracia estatal. Se aprobaría una ley que haría efectivo el traslado a la contraloría de los auditores y funcionarios que hoy reportan a sus organismos de dependencia, en una figura cada vez más parecida, caricaturescamente, a la del gato de despensero.
Hablamos de una contraloría que empieza a manejar el concepto del control como rentabilidad en el negocio de un Estado que no debe perder dinero y en el que sus organismos componentes hacen de clientes eficientes.
Y el hilo delgado final, que jala, imperceptiblemente por ahora, la anticorrupción: el semillero gerencial del Estado, puesto en manos de Servir y de Nuria Esparch.
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