Al Movadef le gustaría
participar en elecciones, si lo dejaran. A los insurrectos de la montaña les
gustaría llegar a un acuerdo de paz, si estuviera disponible. ¿Es que la
democracia está ganando la batalla política contra estos sectores? ¿O cuando
menos se ha vuelto tan atractiva que propicia esas iniciativas?
Ninguna de las dos
cosas. Los seguidores del camino violento están en un callejón con muy poca
salida y el clima de libertades en las calles tiene muchos resquicios para el
que quiere socavar las bases del Estado. Es importante para ellos juntar las
dos realidades y fabricarse una nueva oportunidad.
El recurso a las
ofertas de tregua es un clásico de las guerrillas agostadas. El proceso
colombiano del decenio pasado es un reguero de ofertas pacifistas de las FARC
que no cambiaron nada. Solo la decisión militar del Estado, con el apoyo de los
EE.UU. y la UE, ha podido irle quitando oxígeno a la subversión.
El camino electoral es
un recurso paralelo al y complementario del violentismo. No para tomar el poder
por esa vía, sino para aprovechar la protesta de la población contra el Estado.
El tema es ir ganando las simpatías de la gente, a medida que se le va radicalizando
con acciones comprometedoras, incluso algunas de no retorno al campo legal.
Para esta estrategia
paralela SL tiene algunas ventajas en estas épocas: izquierdas legales débiles
y divididas, poblaciones dispuestas a representarse a sí mismas mediante
medidas de fuerza físicas, un crimen organizado variado y en expansión que
distrae y acalambra los esfuerzos antisubversivos del Estado.
A lo anterior puede
añadirse que el Estado en más de una ocasión ha tendido a enredarse en sus
propios principios liberales, y que hay casos en que una población iracunda le
hace el trabajo a SL a pesar de sí misma. Un Movadef (“Por derechos
fundamentales”) funciona como un virus en el organismo social democrático.
Una democracia no tiene
más remedio, y no debería tener más deseo, que resolver la cuestión SL en el
marco de la institucionalidad. Esto supone encargar hasta donde se pueda el
tema a personas de la máxima habilidad, en todos los poderes del Estado. Pues
en esto las dudas y las chambonadas son costosas, aunque al inicio no lo
parezcan.
En el tema del VRAE y
en el del Movadef hasta aquí (estamos hablando de un decenio) ha habido más
ruido que resultados. Como si el bando democrático sólo reaccionara cada vez
que es sorprendido, y entonces a menudo de manera confusa, de paso
entregándoles a los enemigos más publicidad de la necesaria.
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