Los marxistas decían que en toda coyuntura decisiva siempre es necesario identificar quién es el enemigo principal a fin de orientar las decisiones estratégicas. En realidad, en una democracia no cabe hablar de enemigos, salvo que lo sean de la democracia misma. Y, al respecto, solo hay un plan de gobierno, de los que se han presentado, que contiene amenazas potenciales o implícitas a la democracia.
El formato es conocido y la ruta específica podría ser la siguiente: subir la carga tributaria a la minería por encima del 70% –como se desprende de un impuesto a las sobreganancias de 45% propuesto en el plan– y con ese dinero aumentar sueldos y distribuir pensiones a todos –ya ofrecidas– para, con todo el apoyo popular, convocar a una Asamblea Constituyente. Ya lo hemos visto. Humala, sin embargo, afirma tener un compromiso con la democracia y con la no reelección. Y sin duda no le sería fácil hacerlo, porque el Perú acaba de pasar el umbral de ingreso per cápita sobre el cual los países, por lo general, ya no abandonan la democracia.
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