DOMINGO 21 DE AGOSTO DEL 2016 | 06:00
La agricultura orgánica se vende como buena para el medio
ambiente.
(Foto: Richard Hirano / El Comercio) |
Ambientalista y director del Centro para el Consenso de
Copenhague
Como nunca antes, lo que comemos es considerado importante.
Y en todas partes se nos insta a elegir lo orgánico pues dicen que es más
nutritivo, mejora el bienestar animal y ayuda al medio ambiente. En realidad,
se trata mayormente de una estrategia publicitaria.
En el 2012, el Centro de Políticas Sanitarias de la
Universidad de Stanford hizo la mayor comparación de alimentos orgánicos y
convencionales disponible y no encontró ninguna evidencia sólida que indicara
que lo orgánico sea más nutritivo. Una nueva revisión acaba de repetir su
conclusión: “Los estudios científicos no demuestran que los productos orgánicos
sean más nutritivos y más seguros que los alimentos convencionales”.
Del mismo modo, los animales criados en granjas orgánicas no
son generalmente más saludables. Un estudio realizado durante cinco años en
Estados Unidos demostró que, respecto de los orgánicos, “los resultados
sanitarios son similares a los de productores lácteos convencionales”. Por su
parte, el Comité Científico Noruego de Seguridad Alimentaria “no encontró
diferencia en la aparición objetiva de enfermedades”. Los cerdos y aves de
corral orgánicos pueden disfrutar de un mejor acceso a zonas abiertas, pero
esto aumenta su carga de parásitos, patógenos y depredadores.
La agricultura orgánica se vende como buena para el medio
ambiente. Esto es correcto para un campo de cultivo único: la agricultura
ecológica utiliza menos energía, emite menos gases de efecto invernadero, óxido
nitroso y amoníaco y causa menos filtración de nitrógeno que un campo
convencional. Pero cada campo orgánico es mucho, mucho menos productivo. Por lo
tanto, para producir la misma cantidad de trigo, espinacas o fresas, se
necesita mucho más tierra.
Eso significa que la producción orgánica promedio resulta en
la emisión de casi la misma cantidad de gases de efecto invernadero que los
productos convencionales; y aproximadamente 10% más de óxido nitroso, amoniaco
y acidificación. Lo que es peor, para producir cantidades equivalentes, las
granjas orgánicas necesitan ocupar un 84% más de tierra. Por ejemplo, para
producir de manera orgánica la cantidad de alimentos que Estados Unidos produce
hoy, sería necesario aumentar sus tierras de cultivo en casi dos veces el
tamaño del Reino Unido.
Por otra parte, ¿es seguro que los cultivos orgánicos evitan
los pesticidas? No. La agricultura orgánica puede usar cualquier pesticida
“natural”. Esto incluye el sulfato de cobre, que ha causado enfermedades
hepáticas en los rociadores de viñedos en Francia. La piretrina es otro pesticida
orgánico, y un estudio muestra que los agricultores que manejan las piretrinas
en comparación con aquellos que no lo han hecho son 3,7 veces más propensos a
enfermarse de leucemia.
La comida convencional tiene una contaminación mayor por
plaguicidas. Aunque la diferencia es muy baja, es un claro beneficio de los
alimentos orgánicos. Sin embargo, utilizando una estimación aproximada de la
Oficina de Toxicología de la Administración de Alimentos y Medicamentos de
Estados Unidos (FDA, por sus siglas en inglés), todos los residuos de
plaguicidas convencionales pueden causar unas 20 muertes adicionales al año por
cáncer en Estados Unidos. Y esto se desvanece frente al impacto económico de lo
orgánico. Si toda la población de Estados Unidos adoptara lo orgánico, el costo
sería probablemente de alrededor de US$200 mil millones anuales debido a una
menor productividad. Este es dinero que no se podría gastar en hospitales,
atención a jubilados, escuelas o infraestructura.
Lo orgánico es un fenómeno del mundo rico, con un 90% de
ventas en América del Norte y Europa. A pesar de haber aumentado cinco veces
sus ventas en los últimos 15 años, solo el 1% de tierras cultivadas produce
alimentos orgánicos. Esto se debe a que casi la mitad de la humanidad depende
de los alimentos cultivados con fertilizantes sintéticos, excluidos por las
normas orgánicas. Norman Borlaug, quien obtuvo el Premio Nobel de la Paz por
iniciar la Revolución Verde, solía señalar que la agricultura orgánica a escala
global dejaría a miles de millones de personas sin alimentos.
En esencia, el consumo de alimentos orgánicos se da
mayormente por gente rica que gasta su dinero extra para sentirse bien. Si bien
esto es tan válido como gastarlo en vacaciones, debemos resistir cualquier
superioridad moral implícita. Los orgánicos no son más sanos o mejores para los
animales. Expandirse a una gran escala podría costar decenas de miles de
millones de dólares, mientras mataría a miles. De hecho, una revolución
generalizada de orgánicos aumentará el daño ambiental y reducirá los bosques
mundiales.
Cuando la famosa diseñadora Vivienne Westwood exclamó que
las personas que no pueden pagar los alimentos orgánicos deben “comer menos”,
puede haber tenido las mejores intenciones. Pero también estuvo increíblemente
fuera de lugar. El resto del mundo necesita más alimentos y más baratos. Y esos
no serán orgánicos
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