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domingo, 31 de julio de 2016

Mezquindad

“El discurso de toma de posesión es buen comienzo; breve, estructurado, con acertado diagnóstico de los problemas”.

Ricardo V. Lago

¿Estará el Perú mejor o peor en 2021? ¿Cuánto mejor? Depende de muchos factores, externos y locales, pero lo cierto es que los dos más importantes son un gobierno eficiente y una oposición constructiva y responsable.
El discurso de toma de posesión es buen comienzo; breve, estructurado, con acertado diagnóstico de los problemas, sin caer en la caterva de cifras a la que estamos acostumbrados, con visión y concluyendo con un enunciado de sus seis compromisos: acceso universal al agua, a la salud, a la educación de calidad, avance en la formalización, mejora de infraestructura y combate a la inseguridad y la corrupción. Me gustó la forma de entregarlo, en ese estilo didáctico y claro que tiene Pedro Pablo para explicar los temas al gran público, algo que escasea entre los economistas.
Planteó metas ambiciosas que dudo que sea posible alcanzar en cinco años –como reducir la informalidad del 60% al 30% o lograr llevar agua a todos los peruanos–. Ahora bien, tanto él como el premier Zavala son gerentes experimentados que conocen como pocos el sector público y la empresa privada, por lo que no son promesas huecas, se puede avanzar más de lo que muchos piensan.
Y aquí juega el segundo factor clave: siempre y cuando la oposición sea constructiva y responsable, que fiscalice y aporte pero sin obstaculizar porque si lo hacen, a quien de verdad perjudican es a los ciudadanos, incluidos sus votantes, que se lo cobrarían en las elecciones de 2021 en que Kuczynski no será su adversario.
Desafortunadamente, en esto la bancada fujimorista no pasó la primera prueba: su actitud en el hemiciclo fue bochornosa y hasta mezquina. No aplaudir pasa, pero gritar consignas en presencia de seis jefes de Estado extranjeros y en una ocasión tan solemne, a quien daña es al pueblo peruano porque compromete la reputación del Perú. Luz Salgado estuvo a la altura; mi enhorabuena.
Al ramo de olivo tendido (“no lo puedo hacer solo, necesito tu ayuda, necesito la ayuda de este Congreso… no les pido un compromiso con este gobierno”), por un presidente a los pocos minutos de recibir la máxima magistratura de la nación y en presencia de dignatarios extranjeros, se contesta con institucionalidad y cortesía, no con revanchismo sectario de pelea de gallos.
Por fortuna, el Perú tiene ahora un presidente de talla mundial, conocido y respetado internacionalmente; no agüen la fiesta con una oposición tercermundista. Entiendan que si tratan de hundir a Kuczynski, también hunden a Keiko.

El discurso inaugural de Pedro Pablo Kuczynski ha sido, por donde se lo mire, el de un jefe del Estado

El discurso inaugural de Pedro Pablo Kuczynski ha sido, por donde se lo mire, el de un jefe del Estado respecto de lo que se propone ser y hacer su gobierno.

Ollanta Humala no solo estuvo lejos de personificar la jefatura del Estado en un país como el Perú propenso a perderla todo el tiempo, sino que rebajó la naturaleza de su mandato a intromisiones que distorsionaron sus fines y medios.
Kuczynski ha puesto constitucional e institucionalmente las cosas en su sitio y ha trazado seriamente el QUÉ de los próximos cinco años. Le corresponderá luego hacernos saber a través de su primer ministro, Fernando Zavala, y a la hora de la investidura del Gabinete Ministerial por el Congreso, las virtudes del CÓMO llevar metas y objetivos a buen puerto.
Si Zavala asume el desarrollo del CÓMO, exigiendo a cada sector una visible gestión por resultados, no va a extrañar para nada la vida de gerencia a la que está acostumbrado. Terminará haciendo un buen gobierno del día a día y estableciendo las bisagras políticas que le permitan a Kuczynski trabajar en la respuesta a la siguiente interrogante fundamental: CON QUIÉN hacer las reformas que necesita el país.
Para comenzar, ¿CON QUIÉN tendría que hacer Kuczynski su anunciada “profunda reforma” de la justicia? Sin esta, ¡ni hablar de seguridad interna ni de lucha contra la corrupción! La voluntad política de hacerla reside por ahora en él. ¿Qué hay del otro lado, donde se necesitan cuatro grandes voluntades políticas? Las de los presidentes del Poder Judicial, del Ministerio Público, del Consejo Nacional de la Magistratura y del Congreso de la República.
Podría haber un acuerdo entre el Gobierno y el Congreso para cambiar la estructura total de la administración judicial. No involucrar en la reforma a los liderazgos directamente comprometidos sería, sin embargo, un error, como un error también es caer en el juego de estos para mantener el statu quo que tanto quisieran. El mayor problema estaría en el CNM, supraorganismo que evalúa, nombra y sanciona a jueces y fiscales, que tendría que ser disuelto. Personalidades como Pablo Sánchez en la Fiscalía de la Nación e inclusive Víctor Ticona en el Poder Judicial podrían muy bien apoyar cambios drásticos en sus respectivos sectores.
La gran pregunta es si la bancada parlamentaria de Fuerza Popular, llamada, por su posición de mayoría, a contribuir a una reforma judicial profunda, esté finalmente dispuesta a acompañar la iniciativa de Kuczynski. Demostraría así su voluntad reivindicativa de dejar atrás una experiencia nefasta en la creación del CNM y en el manejo del Poder Judicial y del Ministerio Público durante el régimen autoritario del 90 al 2000.
La actuación de Luz Salgado será sin duda decisiva en este curso de la historia, en el que una reforma judicial tiene que estar apoyada en una gran fortaleza política y sobre todo moral.